El planeta se sigue calentando, la política climática se enfría

Mario Diego Rodríguez - 23/11/2025 

   La COP30 comenzada este noviembre 2025 en Belem, Brasil, lo demuestra: la catástrofe climática continúa silenciosamente en medio de guerras y miseria crecientes en el mundo. Del mismo modo que no se puede confiar en los jefes de Estado para poner fin a las guerras, la explotación o la pobreza, sería insensato contar con ellos para combatir el calentamiento global.

   Contar con ellos sería contribuir a un suicido colectivo porque a medio o largo plazo, el calentamiento global es una cuestión de vida o muerte para la humanidad. El hecho de celebrarse en Belem pretendía ser un símbolo, no obstante, este simbolismo no parece poner al orden del día la lucha prioritaria contra el calentamiento global.

   La lucha contra el calentamiento global tendría que ser obvio para cualquier líder, pero quienes dirigen esta sociedad capitalista solo responden ante los más ricos que son quienes realmente detentan el poder. Lluvias torrenciales, inundaciones, olas de calor, incendios devastadores, sequías, que son consecuencias del calentamiento global que estamos sufriendo ya.

   Desde hace 30 años que tuvo lugar la primera COP las emisiones de gas con efecto de invernadero se incrementaron año tras año. No es de extrañar que la supuesta lucha contra el calentamiento global sea un fracaso cuando los dichos líderes son incapaces de solventar problemas básicos como por ejemplo proporcionar al conjunto de sus poblaciones comida, agua potable, vivienda o educación.

   En realidad, no es que sean incapaces, es que el objetivo de la clase capitalista consiste en obtener beneficios vendiendo todo lo que es vendible y no de satisfacer las necesidades de la humanidad. Erre que erre la burguesía continúa atesorando en sus arcas la plusvalía gracias a nuestro trabajo, indiferente a lo que esté pasando a su alrededor.

   Para aparentar que actúan contra el cambio climático, los gobiernos han lanzado campañas tras campañas sobre las energías alternativas, como son los molinos de viento o los paneles solares proporcionando subvenciones a las empresas para que estas dediquen una parte de su fabricación y multipliquen su instalación. No obstante, el ritmo de las inversiones dedicadas a este efecto no se ajusta a las necesidades energéticas necesarias.

   También es necesario precisar que en el fondo a la burguesía capitalista ni tan siquiera le importa salvar las apariencias. La prioridad de esta clase y de sus mayordomos en los gobiernos es la guerra comercial, la competitividad y el rearme. La prioridad, hoy, son los tanques, los misiles y los drones para que sus competidores sean conscientes de que están dispuestos a proteger sus mercados utilizando todos los medios para conseguirlo y sean cuales sean las consecuencias.